La miel es un edulcorante natural que es producido por las abejas a partir del néctar de las flores. Tiene una composición química única que la hace resistente al deterioro y a la putrefacción, incluso cuando se almacena durante largos períodos de tiempo.
Una de las razones por las cuales la miel no se pone mala es porque contiene muy poca agua, generalmente menos del 18%. Esto significa que no hay suficiente humedad para que las bacterias u otros microorganismos crezcan y se desarrollen, que son las principales causas de la putrefacción en la mayoría de los alimentos.
Además de su bajo contenido de agua, la miel también tiene un alto contenido de azúcar y un bajo nivel de pH, lo que crea un ambiente inhóspito para que las bacterias y los hongos sobrevivan. La miel también contiene peróxido de hidrógeno y otros compuestos antibacterianos que pueden ayudar a matar cualquier bacteria que intente crecer.
Por último, la miel se almacena en panales herméticos por las abejas, lo que evita la entrada de bacterias y otros microorganismos que podrían causar la putrefacción.
Todos estos factores se combinan para hacer de la miel uno de los alimentos más duraderos y de larga duración del mundo, ¡con algunas variedades de miel incluso siendo comestibles durante miles de años!